COSTA RICA LIMPIA
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Centroamérica debe adaptarse a vivir con menos lluvia

Por Diego Arguedas*

La lucha contra el cambio climático es el patito feo de las políticas públicas de la región, con los países apuntando hacia grandes préstamos o donaciones extranjeras que a sacar dinero de su propio bolsillo.  Diego Arguedas escribe por qué esto tiene sus riesgos.

En julio visité la costa Pacífica de Costa Rica y de camino, cruzando los kilómetros planísimos de la península de Nicoya, quedé boquiabierto: zacatales amarillentos, vacas con cara de hambre, árboles sin demasiado verdor. En fin, los síntomas de lo que había escuchado tantas veces por los medios: la sequía.

Centroamérica es una región curiosa en términos hídricos. Podemos tener inundaciones fatales como las que ocurrieron en todo el istmo en 2011 y que provocaron la muerte de 105 personas, el desplazamiento de miles de centroamericanos y pérdidas por millones de dólares; como también podemos tener el sol y el calor.

Durante el 2014 estamos viviendo uno de estos períodos secos. El fenómeno de El Niño, magnificado por los efectos del cambio climático en una de las regiones más vulnerables del mundo, nos dan una pincelada de lo que puede ser el futuro si mantenemos el ritmo actual de emisiones. Menos lluvia, menos vida, menos cosechas, menos economía.

“En el escenario menos pesimista (B2), la precipitación disminuiría 3% en Panamá, 7% en Guatemala, entre 10% y 13% en Costa Rica, Belice, El Salvador y Honduras, y 17% en Nicaragua, con un promedio regional de 11%”, señala la CEPAL en su informe “La economía del cambio climático en Centroamérica”, publicado en 2012. Eso afectaría los cultivos de maíz, arroz y frijoles, fuente de nutrición para Centroamérica y sustento para muchas familias campesinas.

Ya sabemos que el cambio climático va a afectarnos. Eso es un hecho. Ahora tenemos que aprender a vivir con él, a adaptarnos. La situación no pasa por declarar estado de emergencia en uno o dos departamentos o en destinar un presupuesto adicional para un proyecto agrícola, sino en un concepto de desarrollo-país: planificar, con tiempo y con recursos.

Ya sabemos que el cambio climático va a afectarnos.  Ahora tenemos que adaptarnos. La situación no pasa por declarar estado de emergencia o en destinar un presupuesto adicional para un proyecto agrícola, sino en planificar, con tiempo y con recursos.

La lucha contra el cambio climático lleva años es el patito feo de las políticas públicas de la región: los países apuntan más hacia grandes préstamos o donaciones extranjeras que a sacar dinero de su propio bolsillo. No es que esté mal el dinero de la cooperación. Ha sido el gran motor de esta lucha la región: en 2012, por ejemplo, Costa Rica recibió $10 millones para adaptación al cambio climático y eso es magnífico, pero el esfuerzo no puede quedarse en una contabilidad de entradas: si no hay políticas de base, no vamos para ningún lado.

Para que la región sea realmente funcional como unidad de “ataque” contra el cambio climático, debemos actuar en conjunto. El Sistema de Integración Centroamericana tiene esfuerzos, como el Comité Regional de Recursos Hidráulicos o los pequeños pasos que da la Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo. El fenómeno de El Niño, por ejemplo, no distingue fronteras entre países y asimismo debería ser la respuesta ante los eventos meteorológicos extremos.

“En este complejo contexto es más recomendable lograr acuerdos nacionales, regionales e internacionales para impulsar estrategias adaptativas incluyentes y sustentables que integren acciones de reducción de la pobreza y de la vulnerabilidad con las de adaptación al cambio climático y la transición a economías más sostenibles y bajas en carbono”, recomienda la CEPAL en su informe.

Costa Rica y El Salvador cambiaron de presidente este año, lo mismo que Panamá (que comparte el istmo con Centroamérica), lo que permite pensar en un refrescamiento de las políticas comunales. Es ahora el momento de pensar un proyecto país de adaptación al cambio climático.

 La región vulnerable

La región centroamericana sufre los embates del cambio climático, pero es mínimamente responsable por el calentamiento global. Menos de 0,3% de las emisiones sin cambio de uso de tierra y menos de 0,8% de las emisiones brutas totales son provocadas desde esta franja de tierra entre el Pacífico y el mar Caribe. Ya sabemos que el cambio climático no es justo.

¿Es cierto que somos vulnerables? Según el índice de riesgo global de la organización GermanWatch, tres países centroamericanos están entre los diez países que han sido más afectados por el cambio climático entre 1993 y 2012 (1° Honduras, 4° Nicaragua y 10° Guatemala). El resto de los países no están demasiado atrás (13° El Salvador, 22° Belice y 66° Costa Rica).

También sufre el medio ambiente. De acuerdo con los pronósticos más optimistas, si los niveles de emisiones mantienen el ritmo actual el Índice de Biodiversidad Potencial de la región perdería un 35% de aquí al 2050, dañando el ambiente, la economía y el turismo regional.

Además, no olvidemos que el cambio climático es particularmente agresivo contras las poblaciones más pobres, que viven en asentamientos informales, con poca posibilidad de tener agua limpia, con casas menos sólidas y con menor acceso precario a servicios básicos.

A los gobernantes de la región les queda ese deber, responder al cambio climático cuando todavía tenemos chance. Si no, en unos años nuestros hijos volverán atrás y dirán: esos fueron los de la vergüenza, esos fueron los líderes centroamericanos que no supieron poner la política de lado y adaptarse como bloque.

* Diego Arguedas es un periodista costarricense con gran interés en temas de desarrollo limpio y esto lo ha llevado a cubrir, entre otros temas el tema del cambio climático en varios medios.  Participó en la última cumbre del clima en Varsovia, Polonia.

Foto de Wikimedia.